CUANDO NACÍ, la gente de nuestro pueblo se compadecía de mi madre y nadie felicitaba a mi padre. Llegué al amanecer cuando la última estrella parpadeaba. Nosotros, los pashtunes, vemos esto como una señal auspiciosa. Mi padre no tenía dinero para el hospital ni para una partera, así que un vecino me ayudó en el parto. El primer hijo de mis padres nació muerto, pero salí pateando y gritando. Yo era una niña en una tierra donde se disparan rifles en celebración de un hijo, mientras que las hijas se esconden detrás de una cortina, su papel en la vida es simplemente preparar la comida y dar a luz a los niños.
Para la mayoría de los pastunes es un día sombrío cuando nace una hija. El primo de mi padre, Jehan Sher Khan Yousafzai, fue uno de los pocos que vino a celebrar mi nacimiento e incluso me hizo un bonito regalo en dinero. Sin embargo, trajo consigo un vasto árbol genealógico de nuestro clan, el Dalokhel Yousafzai, que se remonta a mi tatarabuelo y muestra solo la línea masculina. Mi padre, Ziauddin, es diferente de la mayoría de los hombres pastunes. Tomó el árbol, dibujó una línea como una piruleta de su nombre y al final escribió, 'Malala'. Su primo rió asombrado. A mi padre no le importaba. Dice que me miró a los ojos después de que nací y se enamoró. Le dijo a la gente: 'Sé que hay algo diferente en este niño'. Incluso les pidió a sus amigos que arrojaran frutas secas, dulces y monedas a mi cuna, algo que generalmente solo hacemos con los niños.